Escuchaba esa maldita canción repetirse en su cabeza. Tenia más de dos años sin recordarla y, justamente, hoy se había topado con ella en el anden 24 de la estación. Aquella niña de cabellos negros la "tarareaba" como quien descifra las notas de una pieza clásica. Como si tuviera pleno conocimiento de lo que causaba en la mujer, de ojos llorosos. que no paraba de observarla. Como si conociera su historia.
Y ahora, esta ser de mirada carmín, no podía parar de escucharla. De repetirla en su mente. Cantándola con ese "ingles inventado" con el que siempre la había cantado. Deseando volver al principio de todo. A esa vaga esperanza de tenerlo a su lado. De no alejarlo de nuevo.
Era tan sola una niña cuando lo conoció. Salía del colegio cuando sus ojos miel se estacionaron en ella. Atrapando sus suspiros. Se sintió cautivada por la dulzura insinuante de su mirada. Por la simulación de sonrisa que desprendía hacia ella.
Ese primer juego de miradas lo dejaría en sus sueños para el resto de sus años. De sus lagrimas. De sus deseos.
Desde ese momento, la obsesión por estar con él, crecería en cada instante de su existencia. Esa necesidad de verlo, de saberlo enamorado de ella. De huir de él. Porque ellos se amaron. Pero nunca supieron estar juntos. Y eso a ella le causaba el más grande terror.
Prefería no verlo por meses, antes que tenerlo a su lado más allá de una semana. Su instinto de supervivencia le decía que si lo sentía junto a ella, no habría vuelta atrás. Y el amor por él se le desbordaría de los ojos hasta dejarla en una ceguera permanente.
Siempre lo amo. Lo amo tanto que nunca pudo decírselo.
Un solo deseo se desprendía de sus manos nerviosas. Volver al día en que lo conoció. Arriesgarlo todo por ese sentimiento que tanto la agobiaba ahora. Inútil petición para quien no supo vivir su vida.
Siempre creyó que terminarían juntos. Que algún día, tendría el valor para estar a su lado, y que él, como siempre lo había hecho, estaría ahí para recibirla. Lleno de promesas. De sueños en conjunto.
Quizá si. Quizá de haber dedicado su tiempo en creer más; no se encontraría hoy en el anden 24 de la estación. A punto de tomar un autobús. Alejándola de que aquella ciudad que era de los dos.
De haber pensado menos, quizá, él se encontraría soñando una familia con ella. Pero no era ella la que llevaba el vientre abultado. Era otra mas. Otra que se atrevió a demostrarle todo el amor que ella jamas pudo, siquiera, aceptar.
Nobody said it was easy... cantaba mientras sentía avanzar el autobús, al mismo ritmo que mojaba sus manos con las lagrimas de su decepción.