—Ella… se colgó esta mañana…
— ¿Qué?... ¿y como esta?—respondí de manera ingenua, temiendo lo que era obvio.
— ¡Muerta!—exclamo con sarcasmo y desesperación por mi pregunta, siendo ambas actitudes totalmente innecesarias a mi sentir.
Colgué el teléfono. La plática había terminado, al menos para mí, la plática y mucho más. De repente, como en un ataque sobrehumano de revivirla, comenzaron a llegar a mí toda la serie de recuerdos a los que podía acceder de segundos a su lado, ella era mi mejor amiga… había dejado de serlo, no precisamente esta mañana. Recordé aquel día en el que sin más ni menos nos alejamos… ¿en realidad podía recordar “un día”? ¿Cómo fue? ¿Por qué fue?... trate de contestar todo en mi cabeza y descubrí que una lágrima había comenzado a desbordarse desde el filo de mi ojo derecho y había descendido hasta caer en lo que parecía ser una carta suya… una carta en la que me explicaba que debía hacer y sentir el día en que se quitara la vida... una carta que había recibido tres o cuatro años atrás... No me inmute, nada en mi podía seguir su flujo en ese momento. Todo se detuvo.
Tenía que ir al velorio, quería verla por una última vez… ver su cara, esa que nunca más podría sonreírme o mirarme con desprecio, pero que me hacía sentir que estaba con ella. Que aun existía. ….............................................................................. + Bufanda. Cinturón. Escalera. Patio. Su casa. Desesperación. Falta de aire. Sus ojos. Lágrima. Muerte. .......................................... + Mi mente lo repetía millones de veces. Lo hacía sin necesidad alguna de pedirlo, sin posibilidad alguna de pararlo.
Apenas habían pasado cuarenta y siete minutos de conciencia acerca del suceso y esa lágrima era lo único que había podido evocar para representar lo que sentía por dentro… ¿por dentro?, qué importaba ahora lo que yo podía sentir por dentro cuando ella ya no sentía nada… cuando ella cansada de sentir había tomado una decisión por todos nosotros. Había tenido el valor que siempre tuvo y la “suerte” que siempre le falto. Por fin había logrado apagar su realidad con esperanza de encontrar otra mejor… cuantos no quisiéramos hacer lo mismo y nos quedamos en el desear… ¡Que tontería! ¿acaso la estaba felicitando por llegar a la meta buscada por muchos? ¿Podía ser capaz de aplaudir su suicidio?, quería asegurar una negativa, reprobarla por su acto, pero lo cierto es que no sabia como… solo podía admitir tener conocimiento de eso que mi segunda lágrima supo denotar… lo único que sabía es que en ese momento, sabiéndola muerta y sabiéndome a mí con vida, la envidie…
Escrito hace un año.