lunes, 29 de agosto de 2011

Cierra tus ojos.

¿Me ves?... 
¿Te imaginas como sería?
Mi instinto seductor te detectó a la distancia. Te observó con esa sonrisa dibujada, con tus manos de guitarrista, con tu cuerpo decisivo... Te observó y te imaginó presa ideal de sus amores. Avanzó con los segundos para conocerte. Avanzó con los minutos para hacerse parte de ti. De lo que quieres. Se introdujo en tus días, en tus recuerdos, en tus pensamientos oscuros, en tus tardes luminosas... pero ya en cercanía descubrió que cualquier intento por contraerte resultaría imposible y se acomodó a tu costado disfrazado de empatia. Disfrazado para no perderte nunca. Para poder encontrarte con tan sólo gritar tu nombre. Porque tu eres fiel y no dejarías que nada le pasara. Porque mi instinto seductor se siente amado junto a ti, aunque no sea en su forma ideal.
Y entonces me pregunto, cuando cierras tus ojos, ¿me ves?... ¿Te imaginas como seria? ¿Cómo seria de habernos conocido antes?... Yo lo pienso a menudo. Yo te pienso constante. Te imagino enamorándote de mí. Aventando tu pasado, regalándome tu presente... apretando mi cintura con tus dientes extasiados... explotando cada una de mis sonrisas con tus trucos inventados... esos trucos que aún en nuestro estado logran tanto, logran todo... y me callo. Y lo oculto. Y me burlo. Me burlo de mí. Me burlo de ti. De todo aquel que insinúa que tu y yo tenemos un nosotros. Me burlo porque sé que, a pesar de no aceptarlo, sabemos de sobra que es verdad. Que deseamos materializarlo con cada poro conocido. Pero tenemos conciencia. Contamos con demasiada conciencia como para hacer realidad aquello que acordamos al mirarnos. Porque yo soy tu amiga. Tu uno de los mejores para mi. Y ella... ella que es tu futuro. Ella que te llama cuando estas conmigo. Ella. 
Cierra tus ojos. 
Busca su imagen. Borra la mía... 
y a ella... 
Mandale saludos de mi parte.

martes, 2 de agosto de 2011

Te amo.

Desesperada, enloquecida, enronquecida por gritarte y descubrir que no me escuchas...
Calcinada por aquella mirada que me dijo adiós sin abrir el alma. Que me dijo adiós por encima de los nervios. Que me dijo, y lo dijo sin pensarlo. 
Miro las costras en mis brazos y no oculto lo que emanan. No niego lo evidente. Dejo vivir mi dolor y lo muestro grotesco al exterior... Quiero ver tus labios apuntados hacia mí. La seguridad de que tus pestañas se direccionan al rumbo de mis pasos inconstantes. Quiero, quiero y ya no lo tengo... Por eso mátame, o mátate de una vez, pero déjame seguir caminando. Regrésame las piernas dislocadas que, con palabras, me arrancaste. Regrésame el ardor de mis ojos cuando no sabían llorar. Regrésame todo o regresa tu, pero no permitas que siga fingiendo que vivo. No me dejes llegar al tercer acto con los remendos de un personaje nunca inventado. Con la sonrisa hipócrita de una payaso sin pintura. Mátame. Y mátame bien porque hoy, mas que nunca, estoy segura de que, si no lo haces, regresare con la mitad de mi boca para devorar todo punto que mires. Cada lugar, manchado por ti, eclipsara frente a tus ojos desconectados. Cortaré de tajo cada sonrisa que  provoques hasta oler tu llanto fluir. Tomaré tu dolor y lo sentiré liquido recorrer entre mis dientes y bajar por mi garganta. Y ahí estarás. Solo. Te voy a permitir mirar, con atención microscópica, cada dedo que arranque de tus entrañas. Te dejaré morir en plena vida. Mátame. Porque, si no lo haces...




 Te juro que me mato yo.