viernes, 31 de diciembre de 2010

2010 --> 2011

Y que este 2010, que estuvo lleno de experiencias singulares, termine abriendo paso al 2011 que, sin duda, va a ser mio...


                        ...y si no... ya me encargare yo de que se convierta en mi año... Feliz 2011
                                                                                                                                Feliz año nuevo

domingo, 26 de diciembre de 2010

¿Tiempo?

"Detrás del tiempo de los relojes esta el otro tiempo infinito..."
                                                                    (Elena Garro. La señora y su balcón)














Ensayo Fotográfico por:
                     Karen Alu Matínez Viveros.

Un lago seco y un Cerezo...

Eres como un volcán Martha. Fue lo último que le escuche decirme, y después no lo volví a ver, hasta ayer.
Nos conocimos en el tren de las 3:30. Tercer asiento, fila de la derecha, del segundo vagón. Ese era mi lugar habitual, y a él pareció gustarle, así que se sentó conmigo.

Un árbol pasaba detrás de otro, y aun así, cada uno irradiaba una esencia diferente a la de la anterior. Como aquel viejo roble en el patio de su casa, con una esencia limpia, pura, sabia… Ese viejo roble sabía lo que pasaría antes de que él tomara valor y se decidiera a preguntar mi nombre. 
Martha. Respondí. Y luego continúe mirando hacia la ventana. ¿Viajas seguido? Preguntó. No. Respondí. Ese árbol era realmente curioso, sus ramas se desvanecían de manera singular, hasta llegar a formar una especie de… Yo tampoco. Dijo. Ah. Comenté, un tanto molesta, ya que por escucharlo había perdido el seguimiento de mis palabras, y la verdad es que, cuando no me pongo atención, me molesta mucho repetirme las cosas. Al notar que mi tono de voz había perdido la amabilidad se quedó callado. Y fue entonces cuando descubrí la belleza de su silencio. Voltee a verlo y lo encontré observando un viejo panfleto, de esos que regalan al entrar a la estación. Se le veía entretenido leyendo las tarifas vacacionales, las rutas de las 8 de la noche y las medidas preventivas en caso de incendio. Sus manos eran pequeñas, poco comunes a las de un hombre de su estatura. Sus dedos, en contraste con su mano en general, eran largos, delgados, con una pequeña punta al final. Su cabello, sin duda, lo más singular en toda su persona, era negro, corto; características comunes en los hombres del pueblo. Lo que realmente lo hacía especial, era el simétrico despeinado que llevaba, como si todos los días se esforzara al máximo para despeinarse de la misma manera.

Pronto se sintió observado y de reojo, ocultándose tiernamente en su cabello, me miró fijamente con sus ojos marrón oscuro. Sonreí. No le quedo opción y sonrío. Su plática resultó ser igual de cautivante que su silencio, y mi atención a él, se volvió tan profunda que no pude dejar de escucharlo durante todo un año.

A lo largo de toda mi existencia no había conocido a ninguna persona que me atrajera tanto como los arboles del camino en tren. Él era el ser perfecto para mí. Cada vez que estábamos juntos sentía una emoción totalmente extra cotidiana, como si de pronto un cerezo apareciera en el centro de un lago a punto de secarse… esa era la imagen que tenía cada vez que él estaba junto a mí. Nuestro primer beso, nuestros continuos viajes juntos en tren, nuestra propia historia escrita día a día por nosotros mismos. Eso vivía, yo vivía y él vivía solo para mí.

Un día me presento a su familia. Mi novia. Les dijo. Tras la amplia sonrisa de su madre; y el aburrido pero firme apretón de su hermano; llego el hipócrita y vacío abrazo de su hermana. Simplemente nunca logre agradarle. Incluso hoy, que volví a verla, me miro con un odio incomprensible e intolerante para mí. En fin… él y yo éramos todo lo que necesitábamos juntos, no sobraba ni faltaba un poco de ninguno en nuestra relación.

Sin embargo llego el día en que el otoño se llevó las hojas del cerezo y viendo mi lago seco, me aleje. ¿Por qué siempre tienes que ser así? ¿Porque no dices lo que piensas, lo que sientes? Preguntó. Calle. Eres como un volcán Martha. Repitió con ironía dos veces y se fue. El teléfono sonó durante todo el mes siguiente. El timbre de la puerta repico eternidad de ocasiones. Y yo seguí callada. Después no lo volví a ver, hasta ayer.

Un arbusto en forma de niño. ¿Por qué?, ¿Qué nos hace creer tan perfectos como para deformar algo que en sí ya era bello, y darle una forma tan grotesca como la humana? Lo observe por largo tiempo y, cuando me di cuenta, era tarde. Corrí a la estación. Subí al tren de las 3:30. Tercer asiento, fila de la derecha, del segundo vagón. Ese era mi lugar habitual. Estaba ocupado. A él pareció gustarle. Y a ella también. Un perpetuo silencio y un vacío enorme llenaba el vagón, solo él y ella. Ese era mi lugar habitual. Mi lugar. El humo negro consumió mi interior. Cegando mis labios. Callando mi mirada. La lava comenzó a fluir hasta cubrirlo por completo, hasta quemar cada espacio de su existencia. La erupción ocurrió al fin. Ocurrió frente a él, por él, hacía él… El lago estaba tan seco que ella no fue capaz de detenerme.

A su hermana nunca parecí agradarle. Incluso hoy, que volví a verla, me miro con un odio incomprensible e intolerante para mí. Gritando palabras inaudibles. Acusándome con la mirada. Culpándome. Sollozando a gritos cierto encierro para mí. 

Eres como un volcán Martha. Me decía. Nunca imaginó que sería víctima de mi única erupción. 


viernes, 24 de diciembre de 2010

Por protocolo...

 Feliz Navidad... dadivaN zileF   Feliz Navidad...  Feliz Navidad... dadivaN zileF

                                            Feliz Navidad...
 Feliz Navidad...  Feliz Navidad... dadivaN zileF

                                                             Feliz Navidad...   Feliz Navidad... dadivaN zileF   Feliz Navidad... dadivaN zileF



                                                                                 
                                                              *Feliz Navidad...  

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Carla Step y la triste historia de la montaña rusa.


¿Qué estaría pensando Carla Step cuando se enamoró de él? Nada. Su pensamiento se nublo al conocer a esa figura que se convertiría en su obsesión. La perfección de sus rasgos llegaba al borde de la exageración; y por supuesto, no hablaba de sus rasgos físicos. Eso siempre sobro para ella. Eran los rasgos de sus aura, de su ser, de esa energía brillante y acogedora que esparcía al decir su nombre, al reír; esos eran los verdaderos rasgos que lo hacían irresistiblemente compatible a su modelo ideal de pareja.

Carla era un ser solitario, rodeado de gente, pero solitario. Escribía, cantaba, bailaba, gritaba, hablaba y respiraba solo para ella desde hacía ya mucho tiempo. Nadie más había logrado interponerse entre ella y el mundo. No quiere decir que Carla no conociera el amor, claro que lo conocía, es solo que hacía algunos años, se había decidido a olvidar lo que el amor podía causar en ella. Tiempo después trato de recuperarlo, pero su capacidad de amar parecía haberse convertido en un ave disecada en el museo de alguna escuela. En nada. En un ser sin alma. Así que, rendida ante la nueva decisión que su inconsciente había tomado, se decidió a vivir para ella y nadie más.

Él apareció un día en su vida sin que ella lo tuviera planeado. La realidad es que su repentina aparición en el mapa no le causo nada más que un gusto superficial que, como muchas veces le había pasado, no la llevaría a nada más. Y claro, después de tratar con todas sus armas, de controlar su mente, pues creía que desde ahí podía surgir el amor, de volverse a enamorar. El ave continuó sin moverse.

El tiempo paso alrededor de Carla Step, y su vida parecía seguir el mismo ritmo habitual al que se había acostumbrado. Abrir los ojos. Mirar su habitación. Encontrar esporas moradas viajando alrededor de su almohada. Saludar a su perro. Tomar un baño. Peinarse el cabello y descubrir que cada vez crecía más. Salir de casa. Pisar las hojas secas del patio vecino. Tomar el autobús y psicoanalizar a los pasajeros, mientras por la ventana observaba la calle cambiando cada mañana… imágenes que corrían por su cabeza, creando historias alternas a la que vivía…el día  llegaba a su fin, viéndola bailar sola lo que podía ser el último o el primero de sus vals.

Nada. No estaba pensando en nada cuando se enamoró de él. Solo sintió el explosivo roce de sus labios. Solo sintió su respiración cambiando de ritmo e intensidad, haciéndose sonora. Solo perdió el control de su cuerpo entregándolo totalmente a la voluntad del que sabía, se convertiría en la importancia de sus próximos días. Porque él cambiaría el color de las esporas, haría sonar las hojas con otra intención y le provocaría ver calles más amplias, calles en las que algún día podría caminar con él.

Carla Step logro que el ave disecada esparciera sus alas. Él, logro hacerla volar otra vez. Carla Step estaba enamorada, y se sentía enteramente correspondida. Despertaba con una sonrisa diferente, bailando en la vida con la idea de llegar a su lado y bailar juntos los pasos que fueran surgiendo, que fueran inventando. Su vida ya no corría igual, todo se aceleraba al contacto de sus labios, aunque este fuera, en ocasiones, un contacto creado en su imaginario. Se sentía completa de nuevo.

Él apareció un día en su vida sin que ella lo tuviera planeado. Apareció sin tener relevancia mayor en sus sentidos. Pero basto el único contacto de sus labios para convertirse en su propia espora morada.
Carla Step se despertó hoy con la misma ilusión que a su vida llenaba en la última temporada. Sin embargo, al llegar la noche comprendió que nunca fue plenamente correspondida. Carla Step se dio cuenta de que todo había sido otra historia alterna de aquellas que siempre había logrado inventarse. 
 Carla Step no ha llorado aún. No recuerda como llorar por amor. Su llanto es como un ave disecada en el museo de alguna escuela. No existe. Solo se percibe. 

Carla Step ha decidido no volver a bailar. Sus fuerzas para levantarse mañana se han suprimido. Ha escuchado su última nota y de nuevo, gracias a él, esa ave disecada ha elevado el vuelo para nunca más volver al aparador. Ni una mañana más.