martes, 12 de noviembre de 2013

Lo que somos.

Somos del tipo que desordena mesas y revuelve camas. De esos, que ensordecen calles enteras y erotizan ajenos, casi, contra su voluntad. Somos de aquellos que se desean a distancia y se desbordan en rasguños, cuando se tienen cerca. Somos, naturalmente, de esos seres que en miradas se desnudan y en abrazos se cohesionan... somos de ese tipo.
Pero también, somos de aquella clase de entes a los que les sudan las manos. Esos que pierden el control de su latido vital, que sienten como bombea con fuerza, cuando el otro aparece, incluso, en pensamiento. Somos de los que se hablan con miradas, y se prometen mundos que con palabras niegan. Somos de los que se sonríen, desviando la dirección de sus ojos... los nerviosos. Los que podrían pasar horas mirándose, regalándose versos, con las yemas de los dedos.
Somos de los que desean, de los que se enamoran. Somos hoy, sin certeza de mañana. Somos todo, y nada, y tanto... y me encanta lo que somos.

Él y ella.

Ella, la que de soñar se canso y se decidió por actuar sin recompensas fingidas. La que jugaba a probar, porque en resultados, nada la hacia quedarse. La que no se amarra. La que se resiste. Casi podría decirse que no es la misma ella.
Él, el que siempre estuvo ahí: callado, a la distancia; con una vida corriendo, en paralelo a ella. Que por momentos la pensaba y no entendía porqué.
Él... el que llego a cambiar la dirección de su juego. Que, aunque se esfuerza en hacer justamente lo contrario, no deja de crearle motivos, momentos y sonrisas, que la incitan a amarrar sus pensamientos a él... con pleno uso de su voluntad.
Ella, que de él, no pide nada. Y aún así, de una irónica y retorcida manera, sueña con darle todo.

En este café.

Te pienso en servilletas de un café que conocimos. Aquel café, con esa mesa que quedo marcada por mi nombre en pedazos de madera.
Te pienso, aún sin tener motivante que me lleve a tu recuerdo. Te pienso. Te pienso porque el motivante más fuerte eres tú. Tú que decidiste hacer presencia en mi vida, después de tanto tiempo sólo coexistiendo.
Tú, con tus manías, con tus miradas, con tu ceja levantada... Tú, que me invitas a ceder mis minutos. Que desvías a este ser de su egoísmo natural, y lo provocas a pensar en ti... Tú, que, después de mucho tiempo, me antojas, de manera irremediable, ser tu "mi".