viernes, 28 de junio de 2013

Mi ventana, en el octavo piso.

Siempre supe que era amante de las ventanas. Toda mi vida pensé que sería hermoso tener una habitación con ventana. Una que me mostrará paisajes interminables. Historias desconocidas. Sueños cumpliéndose lejos de mi conocimiento. Hoy, la tengo... y la pierdo en unos días.
Me gustan las ventanas porque seleccionan sólo una parte del universo y te invitan a elaborar cuadros interminables sobre el resto de la imagen que no llegas a ver. Te ofrecen cuadros que ningún artista plástico sería capaz de brindarte. Que ninguna escenografía podría superar, y te permite ver actores que jamás entraran en la comodidad de pintar una emoción sin sentirla. Me gustan las ventanas porque puedo salir volando a través de ellas.
Mi ventana, por ejemplo, me salvo de tardes de ocio y noches de insomnio. Me llevo a soñar junto a seres que nunca la conocieron o lo hicieron cuando ya no tenía interés de mostrarles todo el mundo que imagine a través de ella. Me ayudo a crear historias y a perder mi mente en segundos que se volvieron horas. Mi ventana del octavo piso: la que no quiero dejar. La que, desde niña, pedí tener. Que hoy tengo... y la pierdo en unos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario