Y qué si amo a esa niña que llora y se deprime en una
esquina de su habitación. Qué de malo tiene si la acepto como tal y la arrullo
entre mis brazos… si la miro con sus ojos nublados y le cuento que llorar no
está mal. Que no es prohibido. Quién me juzgara si decido que no me da miedo
ver sus días de soledad. De dolor. De recuerdos proyectados en mordidas a sus
labios. Quién levantará la voz si digo que la quiero tal cual es, aun cuando
veo como corre su sangre entre sus manos por decisión propia. Porque es su
eterno mecanismo y no lo quiere abandonar. ¿Quién?... cúlpenme pues, pero no la
culpen a ella, que ya demasiado a sentido. Déjenla llorar de vez en cuando y
marcar con navajas su piel, si eso la hace sentir mejor. Dejen a mi niña y déjenla
liberarse si, gracias a eso, después volverá a sonreír.
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