viernes, 3 de agosto de 2012

Malicia.

Desde que tenía memoria, Luna, nunca soñó con ser una princesa. Eliminaba los finales de los cuentos y los cambiaba para que, al final, fuera la bruja la que, con artimañas deshonrosas, se quedará con el amor y casi esclavitud del príncipe. Soñaba con aquellas vampiresas que devoran el alma de los hombres con sus encantos. Con las sirenas que perdían a los marinos, enamorados de su canto y de su voz. Quería ser una de ellas. Abrazar con su perfume a todo aquel que pasara a su lado... y un día, sin darse cuenta, lo logro.
Con el paso de los años, Luna se convirtió en una mujer deseable. Un ser de mirada útil para la mentira. Porque ella tenía esa mirada infantil que hacía que todo hombre, que se encontrara ante sus ojos, cayera de inmediato en la jaula de sus amores. Esa mirada que los obligaba a creer en ella, muy a pesar de la razón. A perdonarla y sentirse culpables ante cualquier fallo de la relación. 
Luna era perfecta. Tenía un manejo meticuloso hacía los graves de su voz, y conocía los momentos adecuados en los que debían convertirse en agudos. Sabía ser un súcubo mortal. Un demonio enamorado de los efectos de su cuerpo ante los demás. Un ser que irradiaba sensualidad en cada choque de su cuerpo contra otro. Que provocaba adicción al simple roce de su piel. Que robaba almas y corrompía espíritus. Deseada y admirada por la cantidad de hombres que, ella misma, elegía. Era todo lo que alguna vez había soñado. Compartiendo sus amores. Cruzando la linea entre la maldad y la bondad, cada segundo de su vida. Actuando sin escrúpulos para conseguir lo que quería de cada persona que se le acercaba. Manejando sus mascaras a voluntad...
Pero fallo. Hubo un punto con el que, desde que era niña, no contó. Luna era humana. Ella no provenía de la ficción, ni había sido creada por seres del inframundo. Al final, Luna era una mujer como cualquier otra. Una mujer que por las noches, y en silencio, se imaginaba abrazada por alguno de sus tantos hombres, acurrucada a su lado. Repitiendo el mismo acto la noche siguiente, y la siguiente... besando unos mismos labios cada amanecer.
Y es que al final, no pudo evitarlo. Se descubrió víctima del mal que aqueja a toda aquella que juega a ser Femme Fatale...  los tenía a todos, y a la vez no tenía nada... 

No hay comentarios:

Publicar un comentario